martes, 20 de noviembre de 2007

Nocturna (VI)




Debemos seguir negra. Disparar los últimos cartuchos e irnos. No mirar las piernas tibias y húmedas de ellos que se ríen mientras nos miran desde el cielo. Los colmillos están afilados y la boca llena de espuma, de hambre; somos perras, negra, que no te de miedo pronunciarlo. Lo que les cuelga los hace fenomenales, les da función, sentido, odio, pena, los hace pequeños, niños, graciosos y sobretodo tristes; su justificación es precaria, centimétrica.

¿y nuestro vacío? me preguntas negra llena ya de toda la hierba que es gris en nuestros pulmones. Siempre has sido romántica, tu y tus ojos de aceituna. El vacío me preguntas, como si algo no fuera en mi duda, proposición o cuchillo.

El vacío nos hace igual de tristes en el fondo negra, nos da dolor y es lo odiado o lo querido o lo que se desprecia. Lo que se ansía es ese vació tuyo o mio negra, que tu llenas de mano, lengua y aire adolorido cuando se te olvida lo que somos. Como ahora linda, que tu pelo se revuelve en mis pantalones mugrientos y el viento nos seca la cara y yo tomo la botella de tu mano para creer que sí pertenecemos a algo medianamente sincero.

Pronto el fuego se acabara. Aquí la noche es larga y fría, el auto está tan lejos que no lo vemos y debemos seguir cavando, buscarle nuevo hogar a este cuerpo frío y triste que nos espera, que nos ansía, que nos sigue mirando.