jueves, 20 de marzo de 2008

5 segundos (VIII)

Mírame fijamente, como por primera vez, nunca podrás saber cuanto te amo, y que tu boca cerrada, si bien no significa nada, no es hiriente, no duele, no quema, no me hace querer cerrar los ojos y que se me llenen, tu sabes, de lágrimas.
no cierres los ojos, hazlo por mi, no recuerdo mucho del camino, pero aun es tu perfume el que se confunde con el mio y se me queda en la nariz, tu pelo tras la lluvia, infiel como el ala de los pájaros infieles, tu mano sobre tantas manos y tus ojos cerrados eternamente, desde todo lo ensortijado primero, cayendo hasta mi hombro de niña que sabes bien tu que llora más de lo que aparenta, que se vuelve y revuelve sumisamente ante tus dedos que se descuelgan por mi pelo.
¿por qué no podías ser sólo mía? mi pequeña, mi luminosa, la que se desprende de todas las paredes y me quema la garganta lo justo, lo vivo...
Vuélvete paloma, donde nunca pueda verte, y mi mano no tenga que desgarrar tu piel por miedo, por escoger, eso otro, que nos callemos, que nos callen, que me callen, todo ligero infierno. tus pupilas que se cierran y se abren, el ligero correr de tu corazón mientras la lagrima, mientras tus parpados se cierran, pero no, no.
no mi bien no, ábrelos otro momento, dame algo de esperanza, dame algo de lucha, que ese otro que te cae sea sólo un sueño y yo siga siendo tan estúpida como siempre, no cierres los ojos, mírame eternamente, como si algo fuera plausible, algo valiese la pena. no me rompas los brazos que ya dejaste hecha girónes mi lengua y mis parpados, mi lengua, mis labios, dudame un poco, perdóname negra, perdóname.