Lo sabemos, sólo nos quedan estas monedas en los bolsillos, los vasos en la mesa y los ojos vidriosos, que desean correr y romper las manos de la niña que nos mira como bichos raros. Sobre la mesa ya no hay cerveza le digo, estoy medio borracha, yo lo sé y ella lo sabe, en esos momentos no es una buena jugada mirarme con esos
ojitos de asco con los que me miran sus grandes tetas enfundadas en esa
polera apretada, yo sólo quiero otra botella, la negra igual, aunque ya me mira como con miedo, no llegaremos a la casa esta noche, soltamos las riendas y es temprano, pronto alguien nos mirara y sonreirá, yo le sonreiré de vuelta, cuchicheare con la negra y el tipo hará lo mismo con su amigo, nos preguntara si pueden sentarse con nosotras, yo les diré que sí, nos reiremos, hablaremos de lo idiota e inventaremos, cuatro mentes imaginando, diferente panfletos y futuros y pasados, no me importa si me dicen la verdad, no me importa si valen la pena, para ellos somos un juego pero no observan que para mi son lo mismo, la negra es más ingenua, se ríe de los chistes y a veces le dice verdades, aunque sabe que hay algunas inviolables.
Ellos pagan la siguiente cerveza, el sentimiento de macho alfa les exhala por la piel, se exhiben, siempre son más ingeniosos y dulces, e interesantes, graciosos pero siempre carentes de la jugada sincera, yo lo percibo en sus ojos y en su mano en mi espalda, en la forma de
encender mi cigarro, pero no es algo malo, es algo oscuro solamente, poco sincero, pero ¿podemos en
algún momento ser sinceros?.
Nos invitan a otro carrete, con otros amigos, la negra y yo aceptamos, no tenemos nada que perder y ellos mucho, llegamos a su casa y ellos sacan más vasos y más botellas, obviamente no
había nadie, cuando descuido la vista la negra ya esta atracando con uno de ellos, el más alto; la negra siempre se deja llevar primero, y
después la caliente soy yo, se deja besar y presiente las caricias del tipo, mientras yo y el otro nos quedamos
mirándolos aturdidos, con esa excitación turbia que producen las
imágenes groseras, cuando me pone la mano en la pierna y me empieza a besar, yo vuelvo a caer en esas
imágenes religiosas que obligan a apretar su espalda y su chaleco.
A la mañana siguiente, estamos solas nuevamente. La negra y yo bajamos por la
coviefi, ninguna con un buen gusto en la boca, ninguna con el alma llena, con el corazón lleno, con fe, como cuando K, ellos
podrían decir que somos fáciles, regocijarse con sus amigos, entre el
café y el centro, nosotras no podremos recomendarlos a nadie, sólo que las camas eran blandas, que sus billeteras estaban llenas, el refrigerador
saciante, que ni chillaron cuando la negra los amordazo en la cama y les tapo los ojos, para dejar que yo como siempre hiciera los honores, un leve corte
acá, un poco más profundo
acá, sentir esa tibieza, sentir la humedad, cerrar la puerta.
(mezclar realidad con fantasía, la primera prueba del profe)