miércoles, 27 de febrero de 2008

La luz mientras dormias (VII)




Esta puta luz me tiene hinchado los ojos, conviene mirar por lo bajo, mirarte la boca, verla brillar ligeramente, temblar un poco, los pelos negros y mojados sobre el hombro, no puedo soltar tu mano, creer que tenga este sabor en la boca y no sea el tuyo, que no pueda tomarte la mano madre, sin pensar en que tus ojos callados me miraran con odio otra vez.
Esta puta luz se cuela por la ventana, y ya sabes cuanto odio el sol madrecita. Tanta blancura me da miedo, tanto olor a blancura me eriza la espalda; y tu que no quieres abrir los ojos y yo que debo irme antes que tu esposo llegue, mírame una vez. sólo una vez, que sea la última, con esos ojos que me perdonaban cuando era niña, con esos ojos que hacían todo más fácil, hasta que se quebraron y se fueron a negro cuando nunca más volvió y se tornaron grises cuando leíste mis cuadernos y me dijiste enferma, y te quebraste en llanto mientras me abrazabas y yo casi susurrando mientras tus lágrimas y las mías se mezclaban, diciéndote que estaba bien, que todo estaba bien, y casi podía sentir como se volvía a quebrar todo por dentro, como caían trozos como pintura de las paredes, como todo se volvía sutilmente gris, incluso tu piel, que tuve que ver agrietarse apretada contra tu pecho, contra lo real, mientras los autos corrían por la calle y también esa puta luz se colaba por la ventana tratando de iluminar no sé que, tratando de esclarecer no sé qué, si tus ojos mujer o mi deseo niña, nunca volveré a abrir esa cortina.

Abre los ojos,
abre los ojos lentamente, hazme saber que todavía existo. Siento esos pasos que se acercan, abre los ojos, ábrelos para que sepas lo que voy a hacer, para que entiendas lo que voy a hacer, para que me pidas perdón ahora tú, para que llores otra vez conmigo, y tu mano se pose gris y triste sobre la mía, para que muerdas tu labio como esa noche, cuando te dije lo que tu hombre respiraba en mi oído mientras dormías, siempre al amanecer, al llegar o al salir, el mismo miedo blanco al sentir los pasos, la mano en el picaporte. Esa puta luz que se colaba una y otra vez sobre las nubes de mi almohada.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

LLoramos entonces, lloramos juntas en el silencio, bajo una misma luz negra que nos vacía los ojos. Felicitaciones Gabriela, mis lágrimas son y estarán siempre esbozadas por las manos de tu arte... MIguita

Anta dijo...

falta la musica de soundgarden su vinito y sus velitas...digo por la atmosfera del texto je je


saludos
^^

Juan Carlos dijo...

Me gustó leer cómo las palabras reflejan el dolor encarnado en esa maldita luz. Como el sol reflejado en un cuchillo, inmóvil pero no por ello menos letal.

Saludos.

tan versátil como acústica dijo...

qué gran regreso. te mereces el seguimiento, pese a los largos abandonos que le haces a este espacio.

chicosoquete dijo...

coincido con tan versatil. también tengo que acordarme de no estar muy triste,y de alejarme de los balcones